Breve historia de GODESA

El 22 de marzo de 1985 nace legalmente GODESA, acrónimo de Grupo Ornitológico de Defensa y Estudio de las Aves, aunque ya contaba con actividad previa a la formalización e inscripción en el correspondiente registro de la Junta. Pero fue ese día y no otro; la elección consciente coincidía con una efeméride muy significativa para uno de los pilares de este grupo. Junto a los que suscriben, Juan Aragonés, Rafa Tirado y Paco Cobos nos embarcamos, con la fuerza de la juventud, en el empeño de ver algún día un río más digno para una ciudad milenaria.

Godesa nace junto al río y de él se nutre en el aprendizaje colectivo del objeto fundacional de este grupo de amigos, los pájaros. En aquellos años el Guadalquivir no pasaba precisamente por sus mejores momentos, la contaminación de sus aguas alcanzaba unos niveles de insalubridad tan altos que provocaban con cierta frecuencia mortandades masivas de peces. Aún se recuerda en la memoria colectiva un año especialmente maloliente, tal era el ambiente que los objetos dorados de las casas se tornaban grisáceos. La penosa situación ambiental del río fue el detonante que justificó la elaboración de un estudio por parte de la Universidad de Córdoba, encargado por el Ayuntamiento, la Diputación y la Junta. El trabajo “Estudios ecológicos en el río Guadalquivir en Córdoba. Evaluación de la contaminación y alternativas de saneamiento”, tal vez ha sido el más completo que se haya hecho nunca, y uno de los puntos de partida en la historia de la protección del río en nuestra ciudad.

Las aves fueron siempre nuestro principal argumento, aunque no el único. El hito más relevante con el que la actividad naturalista de Godesa se inicia y se centra en el Guadalquivir fue la instalación de un incipiente dormidero de garcilla bueyera (Bubulcus ibis) junto al puente de San Rafael, en unos álamos blancos hoy día inexistentes. 18 ejemplares se asentaron en el año en el que se celebraron los mundiales de fútbol en nuestro país, 1982. A partir de ahí se produjo un aumento significativo que llevó a contabilizar casi 7.000 individuos en 1990.

Se llegaron a registrar 120 especies, con hallazgos relevantes como la reproducción del calamón (5-6 parejas), avetorillo (Ixobrychus minutus), la invernada del cormorán (Phalacrocorax carbo) y las gaviotas reidora (Larus ridibundus) y sombría (Larus fuscus), con censos que contabilizaron 20.000 ejemplares. Pero sin lugar a dudas lo más destacable siempre ha sido la colonia de garzas; las garcillas se asentaron como reproductoras y con ellas llegaron los martinetes (Nycticorax nycticorax), garcetas comunes (Egreta garzeta) e incluso las amenazadas garcillas cangrejeras (Ardeola ralloides).

Las amenazas eran continuas, de manera que junto con el empeño en conocer más y mejor a las aves, el trabajo de denuncia ha sido una constante, siempre  acompañado de la labor propositiva que ha caracterizado la actividad del grupo. Y es que los comienzos de los años noventa fueron muy activos. Argumentos había, desde luego. El señalado año 92, de proyección internacional de nuestro país con la Expo de Sevilla y las olimpiadas de Barcelona, constituyó la meta de una carrera desenfrenada por dotar de infraestructuras y equipamientos varios a la periferia hispalense. El Plan Andalucía 92 contenía entre su cartera de proyectos, algunas actuaciones en el río, entre las que destacaba sobre todas las demás la instalación del puente de Miraflores: el famoso puente de Calatrava, que tanto debate social suscitó en la ciudad.

La amenaza de una gestión urbanística no apropiada para el entorno urbano del Guadalquivir motivó el que tal vez fuera el primer acto público organizado para defender los valores naturales del río, en abril de 1989. Nuestra asociación reunió en el salón de actos de los ministerios al delegado de Obras Públicas, al director provincial de la Agencia de Medio Ambiente, un arquitecto de la Gerencia de Urbanismo y a un biólogo que participó en el trabajo de la Universidad.

Como desarrollo del PGOU de 1986 se redactó el Plan Especial del Río, aprobado en 1992, otra fuente de actividad imparable con la que se trataba de contribuir a un modelo de plan que contemplara los valores naturales del río, y no sólo considerarlo como una pieza urbanística carente de ordenación. Hay que reconocer que los planes de la época ya admitían su potencial y valor como elemento natural dentro del núcleo urbano, planteándose invertir la negativa relación río-ciudad existente. Entre las actuaciones que desarrollaba n el Plan del Río se planteaban propuestas encaminadas a su recuperación como elemento natural, su saneamiento integral y la conservación de los valores naturales e históricos, y ello incluye a los Sotos de la Albolafia. Debemos reconocer con satisfacción que nuestra labor sirvió en aquellos momentos para contribuir a estos objetivos, resultando de utilidad los trabajos de seguimiento de fauna elaborados hasta esa fecha.

El 92 también trajo la autovía de Andalucía, que atravesaba el río Guadalquivir en varios puntos, y también a algunos tributarios muy bien conservados como el arroyo Galapagares. La casualidad hizo que el trazado de esta infraestructura pasara por una colonia de cría de martinete, circunstancia que se convirtió en el detonante de un frustrado intento de encadenamiento a las máquinas que entonces trabajaban por las Quemadillas. Todo estaba perfectamente organizado para un día concreto, logística, personal, medios de comunicación. Ese día cayeron chuzos de punta, y el lodazal así creado impidió una acción ecologista muy propia de aquella época.
Y es que los martinetes siempre cayeron en desgracia. No hay sino que recordar la construcción del gasoducto que pasó justo por el centro de una colonia de estas crepusculares garzas. Por aquel entonces se emplazaba en el magnífico bosque de galería que había junto al Jardín Botánico, a la postre arrancado de cuajo con las obras de encauzamiento. Nuestro compañero Rafa Pulido tuvo que rescatar, con la preceptiva autorización de la Agencia de Medio Ambiente, los pollos de los nidos ante su inminente destrucción.

Este batallador compañero, al que nuestro río le debe más de lo imaginable, también logró in extremis que los fuegos artificiales de la feria de Córdoba, que por aquel entonces se ubicaban en la que hoy es la avenida de Fray Albino, se trasladaran para, de esta manera, evitar las estruendosas molestias que se ocasionaban a la colonia de garzas.

Y es que esta pajarera, por asemejarla de alguna manera a las existentes en el Parque Nacional de Doñana, ha sido el argumento principal para la protección de los Sotos, pero al mismo tiempo el motivo de numerosas horas de trabajo altruista. Rafa Pulido, Fernando Díaz y Rafa Tamajón se encargaron de hacer minuciosos estudios que les llevaron incontables horas, generando un volumen tal de información que podría haber sido objeto de cualquier tesis o tesina. No en vano, junto con la labor divulgadora de la importancia ecológica de los Sotos de la Albolafia dirigida a la sociedad cordobesa, también se hizo un gran esfuerzo por acceder a la comunidad científica, con publicaciones, ponencias y presentaciones en jornadas y congresos nacionales.

Otro envite al que nos tuvimos que anticipar fue al proyecto de encauzamiento del río, no sin sus correspondientes denuncias en la recurrente prensa y con las consiguientes manifestaciones y reuniones con los responsables públicos del momento. Este proyecto que fue iniciativa del Ministerio de Medio Ambiente se redactó en 1997, aprobado por el Consejo de Ministros en agosto de 1998 y declarado obra de interés general. La Junta de Andalucía lo asumió directamente en su política de infraestructuras, recogiéndolo en el Plan Director de Infraestructuras de Andalucía 1997–2007. La Delegación Provincial de Medio Ambiente entendió como asumibles los efectos ambientales derivados de la obra de encauzamiento, siempre que se adoptaran las medidas correctoras pertinentes. En aquel entonces seguía pendiente la declaración de los Sotos de la Albolafia como Monumento Natural y desde Godesa, junto con otras organizaciones, solo se consiguió extraer del proyecto el tramo comprendido entre el puente de San Rafael y el Puente Romano, el espacio finalmente declarado como Monumento Natural.


Y es que desde que se aprobara la Ley 2/1989, de 18 de julio, Godesa ha pedido su declaración como espacio natural protegido. Todavía está custodiado el escrito donde formalmente se le solicita a la Agencia de Medio Ambiente, el 13 de febrero de 1990. Ésta ha sido una de las reivindicaciones recurrentes y en ese objetivo se centró gran parte de la actividad de la asociación, contribuyendo a su justificación con informes, estudios científicos y divulgativos, y publicaciones diversas. Sólo se tardaron 12 años en conseguirlo. Al menos nunca podrán decir que no pusimos empeño.

Doce años, más los siete previos, dan para mucho. Los años más productivos han originado un generoso fondo documental que ha quedado para una mejor interpretación de este rico patrimonio natural y cultural. Pero también han sido años con mucha actividad divulgadora. En los Sotos organizamos el primer Maratón Ornitológico desarrollado en la provincia de Córdoba, una actividad lúdica que consigue atraer a un buen número de personas a un espacio digno de ser conocido. El Día del Peatón se exigía la peatonalización del puente romano; durante una mañana de domingo se celebraban numerosas actividades con gran éxito participativo, y entre ellas estaba la de dar a conocer las aves a paseantes locales y turistas.

También se hizo un proyecto de educación ambiental que se echó a andar en algunos colegios de la ciudad, con una guía de actividades, un video que realizó Julio Gómez junto con otros compañeros con el que se accedió a un buen número de usuarios… Todo este trabajo ha visto varios reconocimientos públicos, como la concesión de la primera edición del Premio Chico Mendes, que promueve el Ayuntamiento de Córdoba. Tuvimos la ocasión de recoger el premio de manos del embajador de Brasil en la época de Herminio Trigo, recordando así a este infatigable sindicalista brasileño que fue asesinado por defender la selva amazónica.

Y es que durante todo este tiempo hemos comprobado, no sin cierta sorpresa, que la ciudadanía es una gran desconocedora de este trozo de ciudad. En los numerosos actos públicos en los que se ha participado era recurrente el comentario de que el río está muy sucio, y ello no se refiere al estado del agua o a la falta de limpieza en las orillas, esta bienintencionada aportación hace referencia a la maleza de la vegetación.

Falta, por tanto, mantener una permanente labor divulgadora, educativa, que traslade a paseantes y turistas que el río no es una zona verde más, sino otra cosa, un ecosistema vivo, muy dinámico, cambiante, necesitado de intervención en algunas cuestiones. Llevamos reivindicando esto prácticamente desde que aquellas primeras garcillas, tal vez procedentes de África, se quedaran a vivir con nosotros. ¿Cuánto tiempo más tendremos que esperar?.

Durante muchos años, los autores, junto con el resto de compañeros, algunos de ellos aquí citados, hemos trabajado por la protección de los Sotos de la Albolafia. Crecimos juntos, muy cerca de la orilla izquierda del Guadalquivir, allí aprendimos muchas cosas, incluso de pájaros, nuestra afición y vocación.

Artículo publicado por Miguel Carrasco y un servidor en el número 1 de la revista Arvícola (editada por El Bosque Animado).

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